31 de mayo de 2011

Pelis para paladares McDonalds

Hoy, dedico este espacio a esas películas que hacen honor al dicho popular: "El hombre, como el oso, cuanto más feo, más hermoso". Hay films que escapan a los parámetros de lo bueno en el ámbito de los 24mm y ofrecen un goce estético diferente. No se trata de cintas malas (respecto a su género) al estilo de Skyline o Lady in the water, sino de piezas artísticas que invitan a un lenguaje diferente, a una comprensión en su propio vocabulario, en el universo de lo bizarro: extravagante y atípico e incluso estúpido. Después de todo, aunque enfrente esté Rodizio, la tentación de un cuarto de libra en McDonalds es muy difícil de evitar.

A continuación, mis favoritas del último mes:

Un joven escuálido e inadecuado debe vencer a todos los ex novios súperpoderosos de su chica, en orden de ganar su corazón, con ambiente gamer. 

Un neumático vengativo que hasta mira televisión, comete una serie de asesinatos a través de sus poderes telepáticos. ¿Qué más se puede decir?

Gore, gore, gore y más gore del director Robert Rodríguez. La venganza de Machete -con su arma homónima- y chicas hot acompañándolo. 


¡Suficientes recomendaciones por hoy y más que suficientes horas de entretenimiento clase B por delante!

27 de mayo de 2011

Limitless (2011): ¿El poder de las farmacéuticas llegó a Hollywood?

El protagonista de Limitless me recuerda al Capitán América: un humano que no tiene superpoderes, sino que se trata de un individuo que gracias a intervenciones en su cuerpo es capaz de explotar todas sus capacidades al máximo, con la salvedad de que el primero no mejora sus facultades físicas, sólo utiliza su cerebro al máximo. Parte del mito de que utilizamos sólo el 20% de este órgano vital y una pastilla transparente activa todas las conexiones que las perezosas sinapsis no alcanzan. Todas las experiencias aparecen súbitamente organizadas y disponibles para dar lugar a un hombre inteligente al extremo y capaz de aprender un idioma, por ejemplo, con sólo escucharlo. Semejante regalito llega a las manos de Edward Morra, un escritor que no puede escribir, vive en la miseria y, para colmo, lo deja la novia.

La pastilla transparente es su salvación: escribe un libro en cuatro días, conquista a la esposa de su casero, hace dieta, se pone pintón y junta una barbaridad de plata en la bolsa en un par de jornadas. Nada mal, ¿eh? Incluso se ciernen dudas sobre su participación en un crimen del que sale ileso gracias a un abogado carroñero. Hete aquí el dilema: ¿ponemos nuestra suerte en manos de un químico? La mayor parte de las críticas a este film provienen de la baja calidad moral en tanto que se trataría de una apología al consumo de pastillas para mejorar la calidad de vida. Si bien el NZT (la píldora en cuestión) no existe, hay disponible una variedad de ansiolíticos, antidepresivos y estabilizadores en el mercado para paliar problemas semejantes a los del protagonista.

Pareciera que el avance de la humanidad debe ser a costa de suprimir las debilidades y flaquezas de los individuos. Sin embargo, pienso que es la misma sociedad que los sujetos crean la que crea esa apariencia de imperfección e inadecuación. Contemplar el ambiente como una presencia exógena e independiente, permite que ese sentimiento de avasallamiento sea mayor. Y que todos nos comprendamos como insanos.

Otra arista que surge de esta película es por qué si ese muchacho tiene súperinteligencia, no la utiliza para trabajar en pos del bien mayor y resolver problemas como guerras, hambre, etcétera, en lugar de dedicarse casi exclusivamente (cuando no está conquistando mujeres o escapando de villanos) a ganar dinero en Wall Street. Evidentemente, el capitalismo es un sistema que ni el más brillante de los hombres es capaz de resolver y sólo puede unirse a él para sacar la mayor tajada. Eso es, en definitiva, lo que los químicos proveen: una mejor adaptación a las condiciones actuales de vida, sin cambiar nada. En una palabra, supervivencia.

Por lo demás, la cinematografía es muy buena. El uso de la cámara subjetiva es excelente y hasta alucinógeno. Las actuaciones de Bradley Cooper y Robert De Niro son más que aceptables. La misma calificación para el guión, aunque abre demasiadas historias sin profundizar en ninguna. Todas características que hacen que Limitless se deje ver y un poco más. 


26 de mayo de 2011

Instantáneas porteñas

Mucho tiempo sin publicar y hoy arremeto con un doblete. A continuación, algunas imágenes de los hitos turísticos de la Ciudad de Buenos Aires que -aunque no soy una pobladora- siento como propia.

Zoo de Buenos Aires

Rain Forest - Zoo de Bs. As.
Botes en los lagos de Palermo

Lagos de Palermo

Poblador gatuno en el Jardín Botánico 

Bondi

Toda la semana el cielo estuvo parcialmente nublado. El viernes a las 19 horas, retazos de cielo bien celeste se observaban desde el ajetreado centro porteño. Mientras caminaba por Florida en dirección a Retiro, le llamó la atención la estampida de personas que caminaban en todas direcciones por la peatonal, reducida por los puestos ubicados justo en el medio de la calle. Quería comprar unos sahumerios de vainilla y de sándalo que días atrás había olido por ahí, pero quizás posó su atención demasiado en los numerosos transeúntes y escapó de su visión el puesto del amable señor que no pudo venderle las fragancias por falta de cambio.

Paró en un kiosco a comprar un agua mineral y un atado de puchos. Se tentó con unas Mogul que dejó en su lugar cuando sonó la alerta de la dieta. Más adelante en su camino se arrepintió de no haber cedido al dulce capricho, así que se contentó con un viejo chicle que encontró en el fondo de la cartera. Cruzó la plaza San Martín por el costado de Florida. Siempre gozaba de bajar las altas escalinatas que dan a Libertador con aires de diva, sin embargo desistió por culpa de unos zapatos criminales. Aun así, se regocijó con las flores lilas y rojas que habían caído de los árboles y decoraban el verde pasto tras la lluvia del día anterior. “¡Qué lindo mi Buenos Aires!”, pensó mientras andaba para toparse con el desvencijado panorama de la estación de tren, decorada con altos andamios para realizar una lavada de cara al edificio.

Quiso experimentar un cambio en su rutina y, en lugar de ir a la parada del 45, decidió tomar el 75, de recorrido más largo y menos ameno: Retiro, Once, Pompeya, Lanús. Poco brillo tras abandonar la cosmopolita Cerrito. Pocos minutos de espera y se sentó en la última fila de asientos, al lado de la ventana para sentir el viento. A su lado, se sentó una mujer de dimensiones considerables con su bebé. Olfateó de inmediato la fragancia de varios (muchos) días sin aseo y lamentó no haber conseguido los sahumerios. Giró su rostro en dirección a la ventana en busca de aire fresco, justo cuando el bondi dobló en Tucumán. Y ahí comenzó el viaje.

Curiosidades del diseño urbanístico, el monumento a Lavalle está a una cuadra de la calle homónima. Se preguntó por qué nadie pensó en ese detalle e intercambió los nombres de las arterias o por qué no mudaron la plaza cien metros más al sur. Mientras divagaba, del batir de alas de una paloma flotó una imagen. Ahí, justo frente a la estatua, estuvo con él el día de la primera reconciliación, esperando el mismo bondi con el que viajaba hoy. Ahí, en la plaza, sobre Libertad, se habían besado apasionadamente y él le juró que nunca la abandonaría. Cómo duelen los recuerdos cuando pertenecen a lo que parece otra vida. La ciudad, esa que ella creía tan bella, le hablaba, le contaba historias truncas. Cuando llegó a Callao, pensó en las pocas cuadras que la separaban de Santa Fe, hacia un lado, y Corrientes, hacia el otro. Nunca supo por qué, pero la esquina Santa Fe y Callao guardaba infinitas copias de sí misma. Ahí se encontró con él y con él y con el otro él. Algún espíritu malévolo quizá condenaba cada romance a un final poco agradable. Y más allá, Corrientes y Callao y otra esquina que guardaba al más reciente. Ya no le quedan ganas de caminar por ahí hurgando los saldos de las librerías.

“Me roban canciones, me secuestran las esquinas”, sentenció en su mente. Su personalidad irrevocablemente nostálgica le impedía despegar los lugares de las personas, la música de las voces, los recuerdos del presente. Cerró los ojos y acometió el ensueño, después de todo, es lo único que nadie le pudo arrebatar.