16 de junio de 2010

La crisis del culebrón

Primero fueron las tragedias griegas, luego los folletines del siglo XIX, radioteatros en los albores del 1900  y, a mediados de siglo, la trasposición de género y soporte se completó con el audiovisual que damos en llamar “culebrón” que parecía ser la síntesis última de todos sus predecesores.

Quizás alguien pueda hacerse el distraído y preguntar con aires de indiferencia de qué estoy hablando. Sin embargo, desde el norte hasta el sur de nuestro continente, hasta el macho más cabrío alguna vez miró alguno de estos productos televisivos. Ya sea Piel de naranja, del célebre Migré; Estrellita mía protagonizada por los susurros de Andrea del Boca; alguna de las de Grecia Colmenares y Gustavo Bermúdez de las que no me viene a la mente ningún nombre más acá en los ’90, la foránea Cristal o bien alguna más contemporánea como Resistiré o la del año pasado con festival de galancetes lindos que daban en el 13. Incluso allá en Estados Unidos durante muchos años transmitieron Dinastía, Days of our lives o General Hospital, donde llegó a actuar un joven y buenmozo Ricky Martin.

Apenas estrenando la segunda década del siglo XXI, atestiguamos la agonía de la novela que, si bien desaparece en su forma conocida, es reemplazada por dos hermanas bastardas. Pausa de suspenso y movimiento bilateral de cabeza: no, no son los realities. Más silencio. Redoblantes de la murga de la esquina. Chupada de mate y vamos que sale: son las historias de la farándula local y el fenómeno de la cobardía facebookiana. Sí, bien distintas de la oficial. No menos superfluas ni ficcionales. Más groseras, total certeza al respecto.

Quizás la gran novela de este año, que ha alcanzado total madurez tras algunos años en el aire, sea la protagonizada por todos los famosos de cabotaje que nacen del programa de Tinelli, con algunas estrellas satelitales que se prenden como bola del árbol de navidad, al estilo Guido Suller (cuando no tiene un hijo falso, fue novio de Ricardo Fort, válgame Dios). No sólo provocó un giro de tuerca en la trama, sino que se reproduce a toda hora, siete días a la semana, en los más variados formatos. Como buena representante de su estilo, cada semana tiene su tema particular. En esta, es el menage a trois incompleto de Alé, Escudero y Alfano. Las historias son circulares, redundantes, reincidentes. Parece que estuviéramos presenciando siempre los mismos capítulos, como con las repeticiones de Seinfeld, pero de un nivel mucho menor. Ah, y todos con todos y contra todos. Nada es definitivo en esta serie de eventos desafortunados. ¡Qué excitante ver cómo son amigos del alma una semana y enemigos acérrimos a la próxima! La mejor parte es la pretensión de verdad, vender por verosímil esas peleas concertadas y el público que lo compra con pautas publicitarias millonarias por minuto. Sí, el éxito de la televisión argentina no es esto, ¿el éxito dónde está?

La hermana menor, la pueril, nacida hace tan poco pero que parece hace tanto gracias a la velocidad del cambio tecnológico. Con total afirmación del slogan publicitario We are chusmas, la novela Facebook toma color y calor (aunque sus usuarios quieran que se asemeje a una historia de Agatha Christie). Aunque le cuesta tener continuidad y los diálogos entre personajes son entrecortados, puede reconstruirse un culebrón sin demasiado esfuerzo. Podríamos decir que esta descendiente se acerca más a lo real, pero lo cierto es que no se trata más que de otra puesta en escena. Quizás atestiguamos un retroceso a aquellos tiempos de novelas por entregas, ya que el soporte audiovisual no es muy consistente. Críptica, se desarrolla a través de los famosos lo que pensás en este momento, donde seres con nombre y apellido envían indirectas-directas –triste oxímoro primo hermano de la cobardía- hacia otros contactos de su red, a veces de inventiva propia, otras robadas de canciones, poemas, frases célebres, fragmentos de libros, etcétera, y que consumimos con avidez tan sólo para el placer de la vieja metida que vive en el fondo de nuestro corazoncito modernoso, ubicada según los principios del feng-shui.

Así, somos testigos de corazones rotos (el tópico más común de toda la historia de la expresión humana), disputas entre amigos, decepciones y similares. Se alimenta del voyerismo y la pulsión inútil de conocer nimiedades que existe dentro de todos nosotros. Se complementa con álbumes de fotos, videos de You Tube con canciones tristes y se completa con la astucia del espectador. En este sentido, es probable que ahora sí estemos con la síntesis última del drama y la mejor alternativa a cualquier producción artística. O bien, ante lo que preconizaba Julio Cortázar: el lector activo, aquel que con su acción sobre el texto completa el sentido de la historia. No obstante, no dejo de creer que la mayor parte de todo lo producido en la más activa red social de la historia es parte de una orquestación y, en cierta cantidad de casos, una falta de coraje.

Existen filósofos que afirman que nada es intrínsecamente bueno o malo, sino que depende del uso su valorización en alguna de estas categorías morales. Como la energía nuclear, por dar un ejemplo bien alejado de lo que estoy hablando. Próximamente, ahondaré sobre mi sentencia de actos cobardes a los estados de Facebook que viene caminando de la mano y a los saltos con la virtualización de la vida. Como punto de partida, desde Internet hasta Tinelli no paro y espero que este blog me lleve al estrellato, así cuento mis intimidades más fantasiosas a la cara hípergesticulante de la Canosa en canal 9.

En fin, menos mal que Migré está retirado en el cielo de las telenovelas o si no sería uno más en el triste terruño de los desocupados.

14 de junio de 2010

Yo tengo un blog, ¿qué me regalan hoy?

Hoy, 14 de junio de 2010, es el día del blogger. También se conmemora el natalicio del Che, pero me parece que ya no está tan de moda la revolución de jipis desgreñados y sacudir en lo alto nuestras almas. En el presente, escribimos. Para ser más exactos, publicamos en Internet. Si Gutenberg hubiera sabido que 560 años después no haría falta un aparatejo tan imponente como la imprenta de tipos móviles para difundir la palabra, ni se hubiera molestado para evitarle semejante malestar a la ecología y al tránsito modernos, con resultados tan perniciosos como las papeleras de Fray Bentos.

¿El Che hubiera sido un guerrero digital? ¿Los entrerrianos se hubieran reunido en el puente a tomar mate y pescar dorados mientras saludan alegres a los turistas a ambos lados del Paraná? ¿Se democratizó la comunicación gracias a la blogósfera?

A simple vista, lo que abunda en la red de redes es mucha repetición de rebeldías aburguesadas. Mujeres que se quejan de los hombres y dicen guarradas, madres que en un movimiento dialéctico despotrican/elogian su propia condición que las deviene en autoras, mucho humor sarcástico, juegos de palabras, look de celebrities, oficinistas descontentos, diarios íntimos masificados y el mundo que parece estar al alcance de la mano.

Sin embargo, no es menor tomar nota de que ante esta aparente ola de igualdad y difusión del derecho a comunicar, la penetración hogareña de Internet a nivel mundial no alcanza el 30%. En el contexto de América del Sur y Caribe, apenas supera el 35%. Argentina, Chile y Colombia encabezan la región con un 50% del total de hogares con Internet. Es decir, en nuestro país, la mitad se queda afuera. Media nación no puede contar lo mucho que le gustó el look de Victoria Vanucci en lo de Tinelli ni tampoco que el almuerzo de hoy fue un guiso aguado.

Comunicar, a medio siglo de la invención de la imprenta, continúa como un privilegio. Si bien no hace falta un editor que se la juegue o una inversión propia para darle arranque a un proyecto literario, la compu y el acceso deficiente y de mentirosos tres megas de Fibertel son una ventaja.
Así que, en esta fecha tan emotiva, ¡brindo por muchos más blogs irrelevantes que consoliden el derecho humano a decir cualquier barrabasada que se cruce por la mente!

13 de junio de 2010

Titulares

Siempre me llaman la atención –eufeumismo para expresar indignación– los titulares periodísticos del tipo: “Asesinaron a un ingeniero en la puerta de su casa” o “Secuestraron a un neurocirujano en San Isidro”. Poseo la convicción sistémica de que el hombre es lo que el hombre hace y quizás resulte algo contradictorio oponerse a ese editorialismo amarillo clarito, sin embargo, esos titulares no tienen a bien decirme si el ingeniero coleccionaba picos de patitos bebés o si el neurocirujano ocultaba así su afán de convertirse en zombi come cerebros.

Al mismo tiempo, me hace pensar qué profesiones son dignas de generar expresiones arreboladas y odio de clase y cuáles no. Un ingeniero es importante porque se ingenia para ganarle a la naturaleza y hace puentes colgantes sobre ríos correntosos, evita que mi BMW se llene de polvo asfaltando kilómetros y kilómetros de carreteras y hace edificios comfortables con una pileta climatizada en la terraza. Por otro lado, un comunicólogo (además de que esa palabra no tiene un sonido melodioso y mucho menos imponente), ¿qué hace? Comunica, una capacidad compartida por todos los seres humanos. De hecho, invita a pensar qué uso se le dan a los impuestos tan bien pagados cuando se financia una carrera como esa. Lo afirmó Bateson hace tiempo: todo comunica, comunicamos hasta cuando no queremos y esa sentencia es nuestra maldición. En adición, los muestrarios mediáticos actuales de profesionales de la materia no son una buena publicidad. Presentadores de noticieros que no saben qué artículo corresponde a cada palabra como Bonelli, Jesica Cirio al frente de Impacto 8, el maniqueísmo K-anti K hace que más que valorados, seamos dignos candidatos a la mira de secuestradores, ladrones y chorros. A menos que podamos probar que el ataque sea a la libertad de expresión, claro está. La única forma de que hoy se rasguen vestiduras populares, en la era de la hiperincomunicación, es la lesión de ese derecho.

La edición tendenciosa de titulares periodísticos no es nueva. Ya tiene varios años el legendario titular de Crónica que decía algo así como “Mueren dos personas y un boliviano”. Así que el hombre es tanto lo que hace como el lugar en el que nace. No quiero hacer proselitismo barato y decir que en los asentamientos mueren personas a diario, seres negados de futuro por un sistema económico perversamente enfermo de exclusión. Ni tampoco que los que no acaban convertidos en víctimas se transforman en los previsibles victimarios de ingenieros, empresarios, médicos, abogados, contadores. Todas esas personas que forman parte de ese maldito sustantivo colectivo que damos en llamar la gente. Los medios representan una sociedad polarizada: de un lado esos que hacen tanto bien con sus profesiones y los otros que no hacen más que destruir a los que transforman el mundo para bien. En el medio, la gente. La clase media trabajadora. Que no ingenia, no aboga, no cura; pero tampoco mata, roba ni secuestra. El espectador de su propio ethos, inmóvil en la mesa del café, reunido alrededor de la pava y el mate, comentando entre escritorio y escritorio el nuevo asesinato y el precio del dólar durante los tiempos muertos en la oficina.

¿A dónde quiero llegar? ¿Es este un llamado a la acción? Más que nada, es una invitación a una lectura distinta de lo que se representa en la pantalla. Examinar la función metacomunicativa, digamos. Mucho se ha escrito sobre este tema, pero nunca está de más unir la voz a este coro de insatisfechos. Aún tratándose de un blog irrelevante.

4 de junio de 2010

Volví a bloguear

¿Y a quién le importa?


La cuestión no está en las cosas que haya para decir, sino en cómo se dicen. Cuestión de forma, pericia gramatical, amplitud lexicológica y un uso interesante de la semántica. Ciertas personas consideran que mi pluma reúne todas estas características y me pareció importante no dejar que sufra el mismo destino que las del pollo, que terminan en la basura cohabitando con tristes vísceras.

Trataré, en esta novel experiencia blogueril, de ser más disciplinada y publicar con una regularidad prudente textos indisciplinados y, como promete el nombre del blog, nada relevantes pero sí entretenidos. Después de todo, ¿dónde sino en la rebelión improductiva está el sentido de la vida?