Primero fueron las tragedias griegas, luego los folletines del siglo XIX, radioteatros en los albores del 1900 y, a mediados de siglo, la trasposición de género y soporte se completó con el audiovisual que damos en llamar “culebrón” que parecía ser la síntesis última de todos sus predecesores.
Quizás alguien pueda hacerse el distraído y preguntar con aires de indiferencia de qué estoy hablando. Sin embargo, desde el norte hasta el sur de nuestro continente, hasta el macho más cabrío alguna vez miró alguno de estos productos televisivos. Ya sea Piel de naranja, del célebre Migré; Estrellita mía protagonizada por los susurros de Andrea del Boca; alguna de las de Grecia Colmenares y Gustavo Bermúdez de las que no me viene a la mente ningún nombre más acá en los ’90, la foránea Cristal o bien alguna más contemporánea como Resistiré o la del año pasado con festival de galancetes lindos que daban en el 13. Incluso allá en Estados Unidos durante muchos años transmitieron Dinastía, Days of our lives o General Hospital, donde llegó a actuar un joven y buenmozo Ricky Martin.
Apenas estrenando la segunda década del siglo XXI, atestiguamos la agonía de la novela que, si bien desaparece en su forma conocida, es reemplazada por dos hermanas bastardas. Pausa de suspenso y movimiento bilateral de cabeza: no, no son los realities. Más silencio. Redoblantes de la murga de la esquina. Chupada de mate y vamos que sale: son las historias de la farándula local y el fenómeno de la cobardía facebookiana. Sí, bien distintas de la oficial. No menos superfluas ni ficcionales. Más groseras, total certeza al respecto.
Quizás la gran novela de este año, que ha alcanzado total madurez tras algunos años en el aire, sea la protagonizada por todos los famosos de cabotaje que nacen del programa de Tinelli, con algunas estrellas satelitales que se prenden como bola del árbol de navidad, al estilo Guido Suller (cuando no tiene un hijo falso, fue novio de Ricardo Fort, válgame Dios). No sólo provocó un giro de tuerca en la trama, sino que se reproduce a toda hora, siete días a la semana, en los más variados formatos. Como buena representante de su estilo, cada semana tiene su tema particular. En esta, es el menage a trois incompleto de Alé, Escudero y Alfano. Las historias son circulares, redundantes, reincidentes. Parece que estuviéramos presenciando siempre los mismos capítulos, como con las repeticiones de Seinfeld, pero de un nivel mucho menor. Ah, y todos con todos y contra todos. Nada es definitivo en esta serie de eventos desafortunados. ¡Qué excitante ver cómo son amigos del alma una semana y enemigos acérrimos a la próxima! La mejor parte es la pretensión de verdad, vender por verosímil esas peleas concertadas y el público que lo compra con pautas publicitarias millonarias por minuto. Sí, el éxito de la televisión argentina no es esto, ¿el éxito dónde está?
La hermana menor, la pueril, nacida hace tan poco pero que parece hace tanto gracias a la velocidad del cambio tecnológico. Con total afirmación del slogan publicitario We are chusmas, la novela Facebook toma color y calor (aunque sus usuarios quieran que se asemeje a una historia de Agatha Christie). Aunque le cuesta tener continuidad y los diálogos entre personajes son entrecortados, puede reconstruirse un culebrón sin demasiado esfuerzo. Podríamos decir que esta descendiente se acerca más a lo real, pero lo cierto es que no se trata más que de otra puesta en escena. Quizás atestiguamos un retroceso a aquellos tiempos de novelas por entregas, ya que el soporte audiovisual no es muy consistente. Críptica, se desarrolla a través de los famosos lo que pensás en este momento, donde seres con nombre y apellido envían indirectas-directas –triste oxímoro primo hermano de la cobardía- hacia otros contactos de su red, a veces de inventiva propia, otras robadas de canciones, poemas, frases célebres, fragmentos de libros, etcétera, y que consumimos con avidez tan sólo para el placer de la vieja metida que vive en el fondo de nuestro corazoncito modernoso, ubicada según los principios del feng-shui.
Así, somos testigos de corazones rotos (el tópico más común de toda la historia de la expresión humana), disputas entre amigos, decepciones y similares. Se alimenta del voyerismo y la pulsión inútil de conocer nimiedades que existe dentro de todos nosotros. Se complementa con álbumes de fotos, videos de You Tube con canciones tristes y se completa con la astucia del espectador. En este sentido, es probable que ahora sí estemos con la síntesis última del drama y la mejor alternativa a cualquier producción artística. O bien, ante lo que preconizaba Julio Cortázar: el lector activo, aquel que con su acción sobre el texto completa el sentido de la historia. No obstante, no dejo de creer que la mayor parte de todo lo producido en la más activa red social de la historia es parte de una orquestación y, en cierta cantidad de casos, una falta de coraje.
Existen filósofos que afirman que nada es intrínsecamente bueno o malo, sino que depende del uso su valorización en alguna de estas categorías morales. Como la energía nuclear, por dar un ejemplo bien alejado de lo que estoy hablando. Próximamente, ahondaré sobre mi sentencia de actos cobardes a los estados de Facebook que viene caminando de la mano y a los saltos con la virtualización de la vida. Como punto de partida, desde Internet hasta Tinelli no paro y espero que este blog me lleve al estrellato, así cuento mis intimidades más fantasiosas a la cara hípergesticulante de la Canosa en canal 9.
En fin, menos mal que Migré está retirado en el cielo de las telenovelas o si no sería uno más en el triste terruño de los desocupados.