8 de julio de 2010

Atrasismo -

Hoy, llegó a mis ojos un artículo de Marcos Aguinis publicado en La Nación donde describe el atrasismo, que vendría a ser según su opinión un hermano bobo y antagonista del progresismo. Un amor de las corrientes de la izquierda por mantenerse en un estado anterior, donde no se genera riqueza y, con afán distribucionista, sólo se reparte escasez. La elección del nombre de esta tendencia, en una época liderada por el avance tecnológico irrestricto, donde cada adquisición conlleva un placer efímero que se reemplaza por la angustia en la persecución de un nuevo bien que reemplace al anterior, no es casual. Encierra un deseo de rechazo de cualquier paradigma diferente, de las opciones contrarias a esa idea de progreso indefinido tan característica del positivismo y del ¡siglo anterior! En síntesis, como dijo Peirce, el signo sólo ilumina una parte del objeto. 

Me parece que lo que atrasa es más el debate anacrónico entre izquierda y derecha que la opción que toman países como Venezuela, Bolivia o Cuba respecto al sistema mundial. En su artículo, Aguinis critica el gasto armamentista de Gaza como excesivo y en detrimento de su población, no obstante, no hay mención al astronómico gasto en el mismo ítem de Estados Unidos. Ciertamente, el PIB de uno y otro no tiene punto de comparación, sin embargo, en mi visita a la cuna del capitalismo conocí el testimonio de muchas personas que, con la crisis, se vieron obligadas a abandonar sus casas (¡llevándose consigo sólo lo puesto!) y ni siquiera podían atenderse en un hospital. ¿Cuán obsceno es eso? Y qué injusticia, tantos estímulos para consumir a través de la adquisición de deuda para luego despojarlos absolutamente de todo en tan sólo veinticuatro horas. Un modelo de país que vuelve a sus ciudadanos constantemente al punto de partida.

En el editorial de Aguinis, uno de los comentarios reproducía la mirada de una mujer belga en la que el foco estaba en que a los argentinos nos gusta “ser pobres y no progresar”. Decía y cito: “Si la pobreza se supera,  ¿en qué quedarán estos discursos y como harán los que han entregado su vida a esos discursos para hacer el duelo? Aman más su visión injusta de la vida y odian más a los supuestos beneficiados por esa injusticia”. Al mismo tiempo, otros comentaristas remarcaban el igualar hacia abajo de las izquierdas.

Me atrevo a discrepar. Sin lugar a dudas, en mi apreciación del tema hay una influencia importante de mi educación laica y gratuita adquirida en Sociales de la UBA, donde aprendimos a mirar con ojo crítico cualquier cosa que viniera del lado conservador y ser un poco más indulgentes y empáticos con los pobres. Incluso discuto conmigo misma el uso de la palabra indulgencia. Quizás se trate más de abogar por quienes menos tienen y sea un llamado a tomar conciencia de la responsabilidad sobre el otro, el espíritu comunitario que la configuración actual del mundo aplasta.

Lo hegemónico, el mandato, se traduce en algo completamente atrasista como señalé al comienzo: el ideal de progreso por el propio esfuerzo y el fracaso con un único responsable: uno mismo. El individualismo domina las motivaciones. La competencia. Y, en toda competencia, hay ganadores y perdedores. ¿Por qué no se puede representar y sostener la identidad de todos los seres humanos y la necesidad de que todos alcancen una vida satisfactoria? ¿Por qué si no se estimula la competencia directamente se pasa al terreno del atraso? ¿Desear equidad en la repartija de la riqueza del planeta que habitamos es anticuado? ¿Se ha probado la teoría de los conjuntos como inexacta?

En mi mente hay dos pensamientos que son básicos. El primero, nadie pidió nacer, pero acá estamos, somos una extensión del ego paterno para perpetuar su linaje en esta tierra y como humanos debemos vivir nuestra vida con plenitud. El segundo, para que –por citar un ejemplo al azar– César Milstein pudiera dedicarse a descubrir los anticuerpos monoclonales, otras personas tuvieron que encomendar su vida a construir casas para que no se preocupe por un techo sobre su cabeza, cultivaron papas para que sean la guarnición de su cena, quemaron neuronas junto a una lata de Poxirrán así no ocupaba su mente en pensar cómo pegaría la suela de sus zapatos. Es decir, un trabajo colectivo provocó las condiciones para que él, más allá de su cerebro privilegiado, pudiera ocupase de hacer un descubrimiento importantísimo que, a su vez, libró espacio en otras mentes para, por ejemplo, crear Facebook.

Somos y seremos lo que nuestra comunidad se esfuerce por brindar las condiciones de posibilidad para que desarrollemos todas nuestras capacidades. Todos. Ya no se trata de debatir entre la izquierda y la derecha, doctrinas tan anquilosadas en la ideología que no es más que hablar de lo mismo. Es momento de cambiar el eje de la discusión y, por supuesto, de la vida.

1 comentario:

  1. Estimada:

    Left & Right me siguen pareciendo categorias para entender lineamientos generales de la política. No es lo mismo el niño Mauri que Jorge "condenado al éxito" Altamira.

    Además ninguna sociedad puede instrumentar proyectos sociales de ningún tenor si no existe solidaridad intergeneracional. Eso actualmente pareciera brillar por su ausencia.

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Dicen que uno no se escapa ni de los cuernos ni de la muerte... resulta que de los comentarios nada relevantes, tampoco.