13 de septiembre de 2010

Inoperancia y silencio

El domingo pasado en Liniers, el hincha de River Walter Paz falleció a la salida del Amalfitani. Se desvaneció mientras abandonaba el estadio junto a sus amigos, quienes llamaron una ambulancia que tras 45 minutos no había llegado. En la tribuna visitante, no había asistencia médica de ningún tipo, por lo que uno de sus acompañantes lo cruzó en andas por la platea local para llevarlo hasta la sala de primeros auxilios donde intentaron reanimarlo. Tenía dieciocho años.

En ningún medio se escribió ni se dijo una palabra al respecto, excepto en páginas relacionadas con River. Los mismos que llenan sus espacios con muertes de todo tipo y color hicieron silenzio stampa. Demasiado grande el negocio futbolero para salir a hablar de ello. Sólo se publicó sobre el regreso a la zona de promoción o la habilitación del Antonio V. Liberti para hacer recitales. Nadie se atrevió a denunciar públicamente a una institución que se enorgullece de ser “modelo” por no contar con atención médica para el público rival. Oponente sólo dentro del campo de juego, por noventa minutos. Luego, todos seres humanos. Ese folklore de hacer sentir incómodo al visitante, sin ponerle luz a la salida, negándole atención médica, es el que juega en contra de todo el fútbol, que debería disfrutarse como el espectáculo que es. Mediocres quienes soportan esos encomios, asesinos quienes habilitan estas situaciones. La Asociación del Fútbol Argentino me da vergüenza.

Hoy en la cancha, la voz del estadio lo homenajeó con un minuto de aplausos. El club había solicitado autorización a la AFA para hacer un minuto de silencio y fue denegada. Antes del partido, en el playón, familiares y amigos, más hinchas que se sumaron en el momento, lo recordaron con emoción. En las tribunas, banderas celebraron su pasión riverplatense. Sin embargo, nada alcanza si no se brega por justicia y abogando por condiciones de seguridad suficientes para todas las personas que participan del ritual futbolero de cada fin de semana en cada encuentro.

La vida, sin lugar a dudas, no puede ser nada relevante.

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Dicen que uno no se escapa ni de los cuernos ni de la muerte... resulta que de los comentarios nada relevantes, tampoco.