Un día, por arte de magia, no hubo más accidentes de tránsito y los choferes de colectivos dejaron de ser los victimarios de los inocentes peatones porteños. Durante más de diez días, asistimos a una larga lista de muertes en la vía pública bajo los hierros de un Mercedez Benz de cuarenta asientos. Por obra y gracia del señor, ya no sucede más.
A partir del caso de la señora atropellada junto a sus dos hijos por un colectivo de la línea 15, los medios de comunicación –hasta los que antaño eran menos amarillistas—bombardearon sus respectivos soportes con imágenes de cadáveres y vacías unidades de transporte atravesadas en calles y avenidas. No estoy segura de si se llegó a señalar como responsable al gobierno, pero no se investigó sobre las causas. Con el caso testigo, se indicó que el 15 había cambiado su recorrido, aún así, nadie remarcó que modificar el trayecto no implica pasarle por encima a las personas. En la seguidilla, donde un 100 embistió a una mujer sobre Cerrito, pocos mencionaron que la joven utilizaba auriculares cuando cruzaba la calle, por lo que no oyó las señales sonoras de advertencia. En la misma jornada, otra mujer fue atropellada en la avenida Santa Fe por un 93. Así, la agenda se colmó con accidentes viales.
Ahora bien, las muertes por causas evitables (en la que los accidentes de tránsito son por lejos la primera categoría) ranquean terceras en las causas de deceso nacionales desde hace más de diez años, detrás de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Este tercero del podio acusa veintidós muertes diarias a lo largo del año y no sólo por impericia de los conductores, sino también por negligencia de los peatones. En el Micro y Macrocentro, donde todos andamos atareados como hormigas, más allá de las motos que desafían no sólo leyes de tránsito sino que se atreven con las de la física, las personas cruzan calles y avenidas sin atender a semáforos ni líneas peatonales. Como me dijo un remisero ayer, acá somos todos tuercas y golpeándose el pecho en honor a Fangio los conductores avanzan a como dé lugar.
Hay un aforismo que dice: “Mejor perder un minuto en la vida, que en un minuto perder la vida”. El saber popular tiene mucha razón, no creo que haya una número importante de motivos válidos para cruzar en diagonal y corriendo avenida Córdoba o para pasar en anaranjado un semáforo en la Juan B. Justo. No obstante, más allá de la propia responsabilidad en la conducta vial, pongo énfasis en la responsabilidad social de los medios de comunicación en tratar seriamente un tema que estadísticamente es vital en nuestro país y en actuar su rol de formadores de conciencia y contribuir a disminuir las conductas peligrosas en lo que al habitar la ciudad se refiere. ¿Cuántos años hace que existe la campaña de Luchemos por la vida? ¿Recién hace quince días (y en época de vacaciones, claro) nos percatamos de lo mal que se transita? Excepto por un informe de Telefé Noticias, no vi ni leí ni escuché un trabajo serio sobre el tema. Se acusó a los choferes de colectivos, se exigieron mejores condiciones laborales, pero no se insistió en educar y respetar. El tema, ahora que hay nuevas cuestiones en la agenda, pereció en lo anecdótico, tal como quedarán los casos que fueron bandera cuando no había otra cosa de qué hablar.
Eso sí… ¡Argentinos, quédense tranquilos, ya se puede volver a salir a la calle! ¡No hay más accidentes de tránsito ni derrumbes! Ah, pero ojo con las salideras que hoy asaltaron al contador de Cubero.
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Dicen que uno no se escapa ni de los cuernos ni de la muerte... resulta que de los comentarios nada relevantes, tampoco.